Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo XV


Que trata de cómo el general Pedro de Valdivia envió a llamar aquellos capitanes indios y de cómo vinieron

Venido otro día siguiente, el general Pedro de Valdivia envió a llamar los indios con los mensajeros, como con ellos había quedado. Y mandó a Marcos Veas fuese con aquel yanacona a donde estaban aquellos capitanes indios. Llegados los mensajeros y dada su embajada, los capitanes indios le dijeron que viniese el general con seis cristianos y no más.

Luego el general lo hizo así. Llegado donde estaban los capitanes indios con toda su gente asentados en una punta de una sierra junto a un llano y por delante una ciénaga que casi cercaba el sitio. Como el general allegó allí, le enviaron a decir los capitanes que pasase a ellos solo, y porque no pensasen los indios que no iba de temor que les tenía, pasó la ciénaga sólo con un paje que le acompañó, dejando de la parte de la ciénaga los seis de a caballo.

Cuando pasaba la ciénaga el general, los indios daban muy grandes gritos, y los capitanes indios mandaron callar la gente y bajaron a recebirle. Apartados un trecho de toda su gente y allegados, hicieron sus reverencia o acatamiento, como ya tengo dicho que lo acostumbran a hacer. El general les dijo que ellos habían cumplido su palabra e que les rogaba se viniesen con él para que viesen cuán bien sabía él cumplir la suya. Y los indios se vinieron con él y vieron cómo tenía quebradas las cadenas en que habían traído indios. Comieron aquel día allí, y viendo el buen tratamiento que les hacía, vinieron otros tres días a gozar de la conversación de los cristianos, mas hase de entender que venían a saber cosas para se saber defender y ofender, porque ésta es su costumbre.

Pasados tres días que no se pudo tomar lengua, digo que idos los capitanes no volvieron más a nuestra conversación, porque puesto que habían venido e salido de paz he comido con el general, era cautela porque no dejaban de tener sus espías. Entendido por el general este negocio, mandó que no saliesen los yanaconas ni indios de servicio fuera del sitio del real, ni se apartasen mucho aquellos cuatro o cinco días, hasta que aquellos señores que aguardábamos viniesen, porque iba mucho en ello.

Y con toda la solicitud que se mandó, no dejaron de haber a las manos los indios un yanacona de los de la escolta que había ido a buscar de comer. Luego lo pusieron a cuestión de tormento, y el yanacona de modo que huvo, dijo cómo el general y toda su gente se quería ir del valle, por respeto de no tener qué comer, y que por esta causa había él salido a buscar comida. Viendo la insignia, diéronle crédito y determinaron faltar a la palabra y no venir de paz los señores ni otra persona alguna, y comenzaron la guerra de nuevo con mucha más soberbia.

Sabido por el general la astucia y cautela que tuvieron, recibió grave pena, y mandó a su teniente que con la gente que pudiese fuese arrancar las sementeras. Y mandó a su teniente que con toda diligencia tomasen algún indio para saber dónde estaban los señores recogidos.

Tenían estos indios tanto cuidado que jamás bajaban a lo llano sino por entre montes y peñas y caminos angostos. Y en este paso se ponían dos españoles, y en pasando el indio, lo prendían y lo ponían a buen recaudo. Tomaron en una noche quince indios, y de ellos se supo cómo estaban aquellos señores indios con toda su gente de guerra en un pucaran o fueza, donde se defendieron un año y más a su padre Guayna Capa, el príncipe del Perú, otro segundo Alejandro, cuando los vino a conquistar. Y este fuerte estaba diez leguas de allí por el derecho camino, y las cinco leguas se habían de caminar por una ciénaga o tremedal de agua y carrizal entre dos sierras, que daba a los caballos a los estribos y [en] algunas partes pasaban a nado.